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Entre mandíbulas bancarias y cajas utópicas

No me resisto a comentar, aunque sea brevemente, las jugosas declaraciones que nos han regalado esta semana dos ilustres personajes del mundo de las finanzas. La primera la hizo oralmente D. Alfredo Sáenz en el acto de presentación de los resultados obtenidos por el Grupo Santander en el año 2006. Congratulándose, como vicepresidente y consejero delegado, por la pujanza de los ingresos (crecieron un 17%) y la moderación de los gastos (aumentaron sólo un 7%) llegó a decir que “con ello se agrandan nuestras mandíbulas para captar más negocio”. Es de agradecer este brote de sinceridad. Se sabía que este grupo financiero, en especial su buque insignia el Banco SCH, era osado, agresivo e incluso tragón; esto último por su manifiesta inclinación a absorber o adquirir bancos. Pero también se esperaba que, tras la expansión en América Latina, la ingestión del banco británico Abbey y la mordida en el americano Sovereing, reposase durante algún tiempo haciendo la digestión Pues parece que no. Hablando con la boca llena de buenos resultados, no ha podido evitar decir que sigue teniendo apetito y que sus tragaderas se han agrandado. Sólo queda pues desearle que tenga acierto con su nuevo bocado, que no se atragante y que sea capaz de masticar lo que vaya a tragar; en otras palabras, que seleccione bien su presa, para que no sufran sus empleados, ni sus acreedores, ni sus accionistas minoritarios, ni el conjunto de la sociedad.

La segunda declaración la ha hecho por escrito D. Xabier de Irala, presidente de la BBK, a propósito del centenario de esta entidad. En un artículo manifiestamente narcisista, publicado en el Correo Español del Pueblo Vasco, el 3 de febrero, con el título “100 años de utopía”, loa la historia de la BBK intentando hacernos creer que esta caja de ahorros ha tenido, y tiene, brazos caritativos y no mandíbulas. Al parecer, estos brazos caritativos se han agrandado tanto que han podido abrazar incluso a la misma utopía.
Está bien pregonar en un aniversario tan importante como éste lo guapa que ha sido, y sigue siendo, la BBK, pero no exageremos tanto los elogios, no sea que alguien llegue a confundirla con una hermana de la caridad, o una fogosa amante de la utopía. No vamos a negar que esta institución, antes como dos cajas separadas, municipal y provincial, y después, tras la fusión, como una sola, ha contribuido a incrementar el bienestar de Bizkaia. Además, probablemente haya contribuido a hacerlo más que otras instituciones financieras, sobre todo trabajando para la gente menos pudiente. Es justo reconocerlo, pero hagámoslo con humildad, porque “humildad es verdad” según feliz lema de la sagaz Teresa de Cepeda Ahumada, alias santa Teresa de Ávila.
Porque la verdad, desde hace ya bastantes años, es que las cajas de ahorro en general, y no parece que al BBK sea un excepción, no son ya los celebrados “Montes de piedad” del siglo XIX, que servían de asilo a la gente modesta que querían escapar de la usura, sino que se comportan como verdaderos bancos, con los cuales suelen incluso rivalizar y compararse en términos de cuotas de mercado alcanzadas y tasas de beneficio logradas. Así, si el jueves el Grupo Santander, de mandíbulas tan agrandadas, anunciaba que sus beneficios habían crecido un 22 % en el año 2006, el día siguiente la BBK proclamaba que los suyos habían aumentado un 26,7 %. Y ya se sabe, el núcleo de los beneficios suele residir en el margen de intermediación financiera, esto es, en la diferencia entre lo que cobran por los créditos que conceden y lo que pagan por los ahorros que reciben en forma de depósitos. No, no parece que, en los tiempos que corren, la BBK ni otras cajas ofrezcan créditos personales e hipotecarios con más facilidades y mejores condiciones que los bancos. Lo que quizás más las distingue de ellos es su elogiable obra social, llamada también ‘dividendo social’, aunque también en este terreno las distancias se han acortado porque hay bancos como el BBVA y el mismo BSCH que a través de sus fundaciones y mecenazgos hacen, a su modo, mucha obra social. Además, sin menoscabo de la cuantía del dividendo social que reparten las Cajas, cabe cuestionar los criterios con que lo reparten, muy condicionados por la composición política de sus órganos rectores. ¿De verdad podemos creer que el destino del dividendo de la BBK es el que más se acerca a la utopía? ¿En qué medida sus beneficiarios han sido y son realmente menesterosos?. Por ejemplo, ¿es el Athletic Club una entidad menesterosa?; ¿se abraza la utopía ayudando a construir catedrales de fútbol?
Si de verdad se quiere apostar por la utopía, hay oportunidades mucho más claras para hacerlo. Dedíquese el 50 % del dividendo social a la ayuda contra la pobreza y el hambre en el mundo; bombéense muchas más ayudas sobre los inmigrantes, que es sin duda el colectivo de personas más necesitado hoy en día entre nosotros; desarróllese todavía más ese segmento de ‘banca ética’ que ya opera con cierto éxito dentro de la BBK (justo es reconocerlo); canalícense más recursos hacia la construcción de viviendas sociales para tantos jóvenes que no pueden independizarse… En fin, BBK, zorionak, pero aspira a la perfección administrando las imperfecciones.

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