29 diciembre 2008

Soleando el año 2009.

En estas navidades, más que himnos de la alegría, suena y resuena un torrente de lúgubres noticias económicas. Las palabras de bienvenida al nuevo año que más se entonan son recesión, deflación, paro, y angustia. El 2009 -se canta- será un año de noche oscura, de depresión económica, de mortecino mercado de trabajo.., de miedo.

Pero no sólo ahora campa este atroz pesimismo. Hemos pasado todo el año 2008 mirando hacia el 2009, azotándonos con presentimientos negativos, sufriendo de antemano, anímicamente, los rigores de un enfriamiento económico todavía en ciernes. Con esta actitud sólo hemos conseguido agravar el problema, esto es, enfriar aún más la economía, e incluso helarla precipitadamente, hasta tener ya sectores congelados con riesgo de gangrena.

Propongo convertir el vicio de precipitarnos en virtud. ¿Por qué no vivir el 2009 mirando hacia el 2010, o incluso el 2011, calentando nuestros ánimos con la esperanza de una recuperación económica? Que habrá recuperación es tan cierto como que ‘a la noche sigue el día’. Y cuanto antes la presintamos, la esperemos, la gocemos, antes vendrá. Soleemos, así, el nuevo año 2009; mezamos en él la cuna de la esperanza. Esta cuna es el mejor regalo que nos podemos hacer en la Navidad 2008.

El 25 de Diciembre, coincidiendo con el solsticio de invierno, en la antigua Roma, y antes también en otros pueblos de la antigüedad, se celebraba la ‘fiesta del sol invicto’, el triunfo del día (que comienza a alargarse) sobre la noche (que se bate en retirada tras creciente voracidad). Siglos después del nacimiento de Jesús de Nazaret, cuya fecha exacta se desconoce, Juan Crisóstomo, uno de los llamados “Padres de la Iglesia” propuso (y lo consiguió) la adopción del día 25 de Diciembre como natalicio del Hijo de Dios, el verdadero Sol de la humanidad.


Sin menoscabo de otros nobles sentimientos, cristianos o paganos, que estas fiestas suelen suscitar, creo que en la Navidad 2008 hay uno especialmente ecuménico, que todos, al margen de nuestras creencias, debiéramos albergar y acunar, para luego, en el nuevo año 2009, nutrirlo y propagarlo: la esperanza. Esperemos, sí, esperemos que se acorte la sombra de la crisis, como sucede con la noche a partir del solsticio de invierno. Confiemos en el ‘sol invicto’, en que los rayos de un optimismo lúcido se alarguen y afilen hasta cortar la cabeza de nuestros monstruosos temores. Esperando de esta manera en el 2009, abandonando el lado oscuro del pesimismo que ahora nos embarga, nacerá con más fuerza y prontitud la nueva ola de prosperidad.

11 diciembre 2008

Crisis, obsolescencia estadística y borrachera bursátil.


No hay mes en que no nos salpique alguna revisión de las estadísticas macroeconómicas. En éste, una vez más y van demasiadas, el FMI nos acaba de vomitar su nueva profecía: nos anuncia que el PIB caerá en España un 1 % el año que viene y nos advierte que nos preparemos para una dura y prolongada recesión. ¿Qué nos dirá dentro de otro mes, cuando hayamos estrenado ya el decadente 2009?. Porque, desde que la crisis asomó en el mercado hipotecario subprime de EE.UU en el verano del 2007, todas las previsiones de esta índole han ido quedando obsoletas mes a mes. La revisión se traga la previsión.

Pero no sólo los vaticinios del FMI adolecen de esta vertiginosa obsolescencia estadística sino que todas las organizaciones, instituciones y entidades vaticinadoras, nacionales e internacionales, han errado en su pronósticos, subestimando el alcance, la profundidad y la velocidad de desarrollo de la crisis. Además esta subestimación general no se limita al caso de España. Los errores de previsión han sido planetarios.

El problema no es tanto que haya fallos de predicción, pues siempre los ha habido y los habrá en economías y sociedades dinámicas, como que sean tan mayúsculos. Y es que la crisis, nacida del oscurantismo de los mercados financieros, ha levantado tanto polvo que no permite ver nada, o casi nada, aunque se disponga de instrumentos de visión (técnicas de predicción) sofisticados. Hay una especie de apagón de luz, de ausencia de información fiable, que hace quebrar también a la contabilidad, la estadística y la econometría.

Borrachera bursátil.

Y si no hay mes sin sorpresas macroeconómicas, no hay día que la bolsa no nos sobresalte con sus vaivenes. Volatilidad es la palabra de moda en los ambientes bursátiles. La volatilidad también ha sido, es y será inevitable en los mercados de valores. Incluso si éstos fuesen centros puros de información, tal como sostienen los defensores de la 'hipótesis fuerte de eficiencia informativa', los precios o cotizaciones de las acciones seguirían una trayectoria ‘random walk’, traducida como ‘paseo aleatorio’ y también, más jocosamente, como ‘la ruta del borracho’.


En breve, esta hipótesis dice que la información sobre las empresas y su entorno, que los precios de las acciones recogen y transmiten en la bolsa, es de tal calidad que cualquier desviación futura (al alza o a la baja) de los niveles alcanzados por éstos en una fecha dada (por ejemplo, hoy) es estrictamente impredecible, es decir, sería pura aleatoriedad o sorpresa (‘ruido blanco’, en lenguaje técnico). Dicho de otra manera, la trayectoria futura de los precios (desde hoy hasta un mañana cualquiera) se semejaría al rumbo de un borracho que camina por una calle eficientemente iluminada. Así como cabe suponer que su andar no será rectilíneo en todo el recorrido y que su balanceo de izquierda a derecha, o de derecha a izquierda, tampoco es previsible, los defensores de la eficiencia informativa de la bolsa vienen a decir que las cotizaciones bursátiles caminan borrachas, en este sentido, por el sendero del tiempo. De este modo, incluso en el mejor de los casos, cuando la bolsa esté iluminada e ilumine eficientemente, los precios de las acciones evolucionarán tan erráticamente, al menos, como deambula un borracho.

Ni decir tiene que cuando la bolsa no goza de buena iluminación ni la transmite, la oscilación de las cotizaciones es todavía más errática. Esto es precisamente lo que ocurre ahora con especial gravedad: estamos muy lejos de los postulados de la hipótesis de eficiencia informativa; la falta de transparencia nos hace vagar en la oscuridad; la manipulación informativa (mediante rumores infundados, movimientos bursátiles amañados o simulados, etc.) nos hace tropezar y caer; las cotizaciones caen y se levantan como lo hace un borracho ya próximo al coma etílico.


En estas circunstancias, ¿no conviene dejar a la bolsa que “duerma su mona”, al menos hasta que se le pase su gravísima borrachera?. Lo que sí nos conviene, sin duda, es que los Gobiernos dejen de arreglar, tan alegremente, tejados y fachadas del sistema financiero, y que con más seriedad y prontitud (qué desesperante es la parsimonia con que actúan) saneen su suelo y subsuelo, limpien de ratas (estafadores) las alcantarillas, reparen sus cimientos y, sobre todo, nos repongan la luz. Sí nada es más perentorio hoy que la luz, la información, la transparencia. Sin ella, no retornará la confianza, y sin ésta (sin fiarnos unos de otros) difícil, muy difícil, lo tiene la economía de mercado.

08 diciembre 2008

El horror de ETA: Sin palabras.

El horror de ETA nos deja sin palabras; al menos yo estoy ya sin habla. No encuentro razón alguna en el asesinato de Inaxio Uría; no entiendo por qué le han robado la vida, y menos todavía por qué han robado su muerte a la misma Muerte, ya que Inaxio, cargado con 71 años, se iba acercando naturalmente hacia ella.

Decía Immanuel Kant que ‘es irracional razonar con personas irracionales’. ETA es una ‘sin razón’, por lo que no creo que sea razonable razonar con ella. Y como la palabra (‘logos’) es el vehículo del razonamiento, tampoco creo que se pueda dialogar verdaderamente con ella. ETA carece de razón y de palabra activa y pasiva: no puede articular palabra verdadera y las nuestras son ya impotentes para explicar su infinita mentira. En cambio, sí puede ver y ser vista. Aunque no tengo palabras para describirla, puedo ver su forma de ver. He aquí su manantial de luz:


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