25 octubre 2007

Ver según se mira

Bromeando sobre el trabajo de los economistas, se suele decir que, si seis de ellos se reúnen para pensar sobre un problema, florecen doce opiniones distintas. Incluso Ando Modigliani, egregio economista y laureado con el Noble de Economía 1985, llegó a contar el siguiente chiste:
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Discuten un cirujano, un ingeniero hidráulico y un economista sobre la honorable antigüedad de las respectivas profesiones:
-Mi profesión data de cuando Dios formó a Eva con la costilla de Adán – dice ufano el primero.
-Pero antes Dios hizo nuestro trabajo, cuando ordenó las aguas bajo el firmamento e hizo aparecer la tierra seca y los mares- le replica el segundo.
-Y ¿qué había antes que eso? – les pregunta el tercero.
-Caos y confusión- le contestan ambos al unísono.
-¿Dónde creéis que estaba yo? – concluye, pavoneándose, el economista
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Bromas aparte, hay que reconocer que la economía, como disciplina, no deja de ser algo caótica, al albergar en su seno gérmenes de indeterminación, o si se quiere, de confusión. Para percibirlo, no es cuestión de enredarse académicamente con sofisticados modelos de expectativas racionales (esperar es mirar al futuro) descubriendo su problema de multiplicidad de equilibrios y mostrando cómo se puede escapar de este caos mediante supuestos ad hoc, o de conveniencia, que muchas veces son meras trampas intelectuales; no, no es necesario ir tan lejos, sino que basta con considerar el siguiente juego visual, con el que el mismísimo Paul Samuelson, otro Nobel de Economía, alecciona a los principiantes en su famoso libro de texto Fundamentos del Análisis Económico.


Si se invita a cien personas a opinar sobre qué ven en la figura 1, muy probablemente el 50 % dirá que es un ave, un pato, o una gaviota, y el otro 50% opinará que se trata de una cabra, un antílope, o un mamífero semejante. Las figuras 2 y 3 muestran que ambas opiniones son razonables. Dependiendo de cómo se mire, es decir, de qué punto de vista, predisposiciones o tradiciones se tenga, se verá una cosa u otra. Un pastor familiarizado con las cabras verá una cabra, mientras que un marino está predispuesto a ver una gaviota. Son dos visiones distintas de un mismo fenómeno. Esta dualidad puede tener consecuencias. Por ejemplo, si es necesario cazar al animal para alimentarse y sobrevivir, habrá también dos estrategias de caza distintas, y en consecuencia grandes disputas (incluso agriadas por el hambre) entre pastores y marinos.

Algo así pasa con frecuencia entre los economistas. Según cómo se mire a los problemas económicos, se los ve de una forma u otra y, en consecuencia, se proponen soluciones distintas, que a veces devienen en rabiosamente discordantes por ser interesadas. Sí, hay muchas miradas cargadas con diferentes preconcepciones, prejuicios, juicios de valor e incluso imperativos que crean confusión y conflicto. Pero esto que decimos de los economistas se puede aplicar también a otras profesiones.

Así, resulta irritante observar cómo disienten los abogados al interpretar las leyes, y patético constatar con qué disparidad las aplican los jueces. Tal como se imparte, la justicia parece caótica en muchos casos, o al menos espectral, es decir, un mero espectro de prejuicios. ¿Y qué decir de los médicos, de sus diagnósticos contrapuestos en tantos y tantos casos clínicos, de sus discusiones sobre la naturaleza del feto, la eficacia de las células madre embrionarias y otros problemas candentes?. Podríamos perseguir también a los biólogos, naturalistas, astrónomos e incluso matemáticos. No se puede ver sin mirar y todos miran de algún modo, cargados de supuestos y presupuestos, de concepciones y preconcepciones, de tradiciones e historia. No, de los prejuicios no se libra nadie, ni el que niega tenerlos, porque al menos tiene uno, el de su presunta neutralidad.

¿Y qué hay de todo esto en la política, entre los políticos? Aquí, no sólo no hay pensamiento único, sino que está muy mal visto que haya. En las democracias, también en las republicanas, reinan las diferencias, como no puede ser de otra manera, porque en su explotación está el lucro de los partidos políticos. Hay tantos ejemplos que se pueden comentar que no es fácil seleccionar el más picante. Por su actualidad, y potencial incidencia en el País Vasco donde vivo, elegiré el Plan Ibarretxe II, como coloquialmente se llama a la nueva propuesta del lehendakari para solucionar el conflicto vasco.

Imaginemos que la figura 1 representa este plan. Unos, desde sus creencias y mandatos, lo ven como un instrumento pacificador (una pacífica ave que nos puede hacer volar hacia la paz). Otros, sin embargo, desde sus convicciones e imperativos, lo ven como un plan hostil, una ruta para “echarse al monte” (una cabra con impíos cuernos, sólo hábil para embestir y encabronarnos). Los primeros lo ven legalmente viable y dan por supuesto que se llevará a cabo, mientras que los segundos lo ven fuera de la legalidad y de las competencias propias del Gobierno Vasco, y por lo mismo lo consideran ilusorio.

Este embrollo tan latoso me hace recordar otro chiste sobre economistas que leí hace tiempo en una nota a pie de página de otro manual de economía (no recuerdo cuál):
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En un islote del pacífico, sin más compañía que una palmera sin cocos y una hermética lata de conservas, hay tres náufragos hambrientos: un físico, un químico y un economista. El hambre les lleva a buscar soluciones:
- Podríamos utilizar mis gafas de “culo de vaso” para potenciar el efecto de los rayos solares sobre la cubierta de la lata con el fin de perforarla-
sugiere el físico.
- Podríamos utilizar una mezcla corrosiva compuesta de resina de palmera, agua de mar, y orina para abrir una grieta en la superficie de la lata - propone el químico.
- Supongamos que tenemos un abrelatas – tercia el economista.
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Como es sabido, el lehendakari Juan José Ibarrtxe es economista, licenciado en ciencias empresariales. ¿Es su nuevo plan el abrelatas de la paz que se necesita?. Él así lo supone. Más aún, supone que este abrelatas está a su alcance. ¿Es ingenuo o sagaz?. Depende, una vez más, de cómo se mire.

01 octubre 2007

Humos electorales, y ¿burbujas plebiscitarias?

Se esperaba que los Presupuestos Generales del Estado para el año 2008, presentados por el vicepresidente Solbes hace diez días, fuesen electoralistas, al menos en parte. Y en efecto, en ellos se pude observar cómo humean ya las fogosas elecciones generales previstas para marzo del próximo año. La sorpresa ha aflorado en el nuevo plan de normalización política (NPNP) con que el lehendakari Ibarretxe acaba de atizar los fuegos electorales venideros, tanto el general de España en marzo como el autonómico en el País Vasco meses después. Comentemos por partes.

Electoralismo presupuestario.

El humo electoral de los PGE 2008 es muy visible en algunas medidas de gasto social, adoptadas recientemente (y no al principio de la legislatura) y anunciadas con ‘bombo y platillo’ (como el premio de natalidad, los servicios de guardería y de protección buco-dental, las ayudas para el alquiler de viviendas etc.); también lo es en la distribución geográfica de de determinadas inversiones en infraestructuras. En otras medidas de índole tributaria (caso del beneficio fiscal por descontar la inflación en los tramos de renta del IRPF), hay humo, aunque es más opaco para la mayoría de los votantes. Ni decir tiene que, además de éstas, hay otras decisiones extra-presupuestarias que exhalan electoralismo (como la congelación de los precios de la electricidad doméstica).

Pero todavía hay más: el escenario macroeconómico sobre el que se han elaborado los presupuestos es excesivamente halagüeño; es poco creíble que la economía española vaya tan bien como se proyecta, con un petróleo tan encarecido, un euro tan apreciado, y sobre todo una crisis financiera o de confianza tan globalizada, cuyo alcance todavía se desconoce y que puede dificultar gravemente la financiación internacional de nuestro abultado déficit exterior, el cual sobrepasa ya el ocho por ciento del PIB, porcentaje que dobla al que registrábamos hace tres años. Se exagera la buena marcha de la economía para ganar la confianza del votante e ilusionarle con la idea presidencial de seguir jugando (obviamente con el actual equipo de gobierno) en la champions league de las economías desarrolladas.

A pesar de todo ello, soy de los que piensan que hay que resignarse y soportar este humo, aunque sin tragarlo. Porque el que haya dosis de electoralismo en los últimos presupuestos de una legislatura, quizás no sea ‘políticamente correcto’, pero es ‘políticamente normal’.Todos los Gobiernos, sean de izquierdas o de derechas, centrales o locales hacen lo mismo: suelen terminar sus mandatos con tan buena opinión de sí mismos que creen que la mejor inversión social que pueden y deben presupuestar es su continuidad en el mando. Por tanto, vale también aquí la excusa bíblica: “Quien esté libre de pecado, lance la primera piedra”.

¿Liante Ibarretxe?

El NPNP de Ibarretxe - que contempla realizar una consulta popular en dos etapas (la primera para 'habilitar' el 25 de octubre del 2008, la segunda para 'resolver' en el segundo semestre del 2010), tras haber obtenido en junio del 2008 un acuerdo por mayoría simple en el Parlamento de Vitoria, previas (antes de junio) conversaciones bilaterales al respecto con el presidente de España (aunque sin necesidad de lograr acuerdo)- es claramente electoral, y posiblemente también electoralista (como algunos piensan).

El carácter electoral del plan es manifiesto, pues expresamente se contemplan en él elecciones autonómicas adelantadas, pase lo que pase con la consulta del 25 de octubre. Puede ser también electoralista, en cuanto que busque incidir en los resultados (para los partidos del Gobierno tripartito vasco, sobre todo para el PNV) de las elecciones generales de marzo. ¿Se busca tantear, o incluso fomentar, ya en marzo, el grado de respaldo de la ciudadanía vasca al NPNP? Lo que parece más cierto es que el anuncio de intenciones del lehendakari va a atizar el fuego cruzado entre el PSOE y el PP, y que en esta confrontación los socialistas lo van a tener más difícil, tal como ha ido la ‘cosa autonómica’ en España.

Hay mucho zumo especulativo en el NPNP. Así, si aceptamos que el anuncio de Ibarretxe va a complicar más el juego electoral del PSOE en marzo, podríamos preguntarnos si este plan emite también humo navarro, es decir si esconde una especie revancha abertzale por el reciente oscuro juego socialista en Navarra. También podríamos pensar que el propio lehendakari está especulando con adelantar la convocatoria de las elecciones autonómicas al mes de junio, contando desde ahora con la negativa previa del Gobierno español y el rechazo de EHAK en el Parlamento Vasco a un texto donde conste un rechazo expreso a ETA, para, de este modo, poder esgrimir su teoría de las dos orillas (los ciegos constitucionalistas en una y los bárbaros cómplices de ETA en otra) y reivindicarse como el arquitecto del cauce central del País Vasco invitando a su ciudadanía a verter sus votos en él. Una especulación más bajo el supuesto de que se salve el escollo de EHAK en el Parlamento Vasco: ¿habrá pensado ya el Gobierno Vasco en organizar una consulta mediante Internet para el caso de que el Gobierno español le impida hacerlo por los medios tradicionales?

Determinada prensa, refiriéndose al NPNP, habla de desafío; la vicepresidenta Fernández de la Vega, jugando con las palabras, ha dicho que se trata, más bien, de un desvarío. Puestos a palabrear, a mí me nace exclamar tan sólo: ¡Qué lío!. Ibarretxe, al presentar su nuevo plan, utilizó la metáfora de la espiral para ilustrar la lúgubre dinámica política en que, según él, se encuentra el País Vasco, defendiendo su NPNP como una espiral alternativa, viable y capaz de llevarnos gradualmente hacia la luz o normalización política. Siento no ver tan clara la viabilidad de su plan ni tan clarificadora o resolutiva su misión. Por el contrario, lo veo complicado, como una espiral que embrolla otra espiral, y peligroso, como una burbuja especulativa cuyo estallido puede convulsionar un activo político (el evolutivo y enriquecedor autogobierno vasco) que ya está bastante cargado de retos y tensión. Se atribuye al general Wellington la siguiente consigna: “Hay que plantear la batalla cuando y donde se pueda ganarla”. Lamento que entre los asesores de nuestro lehendakari no esté Wellington.

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