22 agosto 2007

Crisis financiera y teoría de las cucarachas

---- La teoría de las cucarachas dice que, allí donde asoma una, hay más y más escondidas que terminan descubriéndose como plaga. Algunos conjeturan que algo de esto puede estar sucediendo hoy en día entre nosotros, en Europa y en España, a raíz de la crisis hipotecaria originada allende nuestras fronteras, en Estados Unidos de América, y que se ha contagiado al resto del mundo a través de los mercados financieros internacionales. Las primeras cucarachas podrían haber asomado ya en forma de fondos de inversión (FIMs) que no pueden hacer frente al reembolso de las participaciones por tener su patrimonio contaminado con activos depreciados, debido a que están respaldados con créditos hipotecarios de baja calidad o alto riesgo (subprime, es el término anglosajón), muchos de los cuales son ya fallidos o tan morosos que están a punto de serlo. El primer brote de FIMs con dificultades asomó en Alemania hace dos semanas, el segundo en Francia la semana pasada, y esta semana algunas cucarachas han enseñado sus patitas también en España (una docena de entidades con leve infección, según dicen).

Como era de esperar, los atildados banqueros de nuestro país, y nuestro sonrosado Gobierno, ya nos han dicho que no hay cucarachas en el mercado hipotecarios español, que los préstamos vinculados a la construcción y adquisición de viviendas fueron, han sido y son concedidos con decoro suficiente y que por ende irradian salud, tal como sugieren también los índices de impago y morosidad. Y por añadidura, elogian la solvencia del conjunto del sistema financiero español, recomendándonos confianza. Es su obligación, entre otras razones, porque de nuestra buena fe viven.

Aunque no merezcan nuestra fiducia, me temo que no tenemos otra salida que dársela, rindiéndonos ante los imperativos de la compleja economía de mercado y la escurridiza democracia. No podemos ya vivir sin bancos y sin sistema financiero, a pesar de su temible opacidad, como no podemos prescindir de los políticos ni de los partidos políticos, pese a su burlesca representatividad. Condenados a confiar, quizás nos convenga fiarnos lo menos posible dentro de lo inevitable.

18 agosto 2007

Temblores, solidaridad y cizaña


Anteayer, jueves, 16 de agosto, fue día de temblores. Por la mañana, nos enteramos que, horas antes, varios seísmos concatenados habían arruinado parte del litoral de Perú, y temblamos solidariamente con los peruanos de allí y de aquí. Por la tarde, temblaron nuestros bolsillos tras el derrumbe de las bolsas europeas. Afortunadamente para los bolsistas, éstos suelen perder sólo parte de su fortuna, y además con posibilidades de recuperación, mientras que, por desgracia, muchos peruanos lo han perdido todo, irreversiblemente, hasta la gracia de vivir.

La desgracia peruana ha tenido un origen natural, las fricciones incontrolables entre las 'placas geológicas' de la corteza terrestre, y quizás por ello, entre otras razones, nos nace, también de forma natural, ser solidarios. Ojalá que tras el terremoto venga otra fuerza de la naturaleza (esta vez, de la humana), un tsunami de solidaridad y ayuda internacional; y que sea tan fuerte que venza las resistencias de las personas que se han escandalizado ante los casos de malversación de fondos de las ONGs y de otras organizaciones de asistencia (oficiales y voluntarias). Aunque haya cizaña en este trigal de solidaridad, no creo que éste sea el momento de intentar arrancarla poniendo en riesgo la cosecha de esta clase de trigo.

Sin embargo, el origen de las convulsiones bursátiles, como la de anteayer, es de índole social, creada por nosotros mismos al friccionar unos con otros, al desajustarnos, al desencontrarnos. Las crisis financieras, como lo dice la propia palabra, son quiebras de confianza, una ruptura generalizada de la ‘fianza-con’ los otros, un no fiarse mutuamente, solidariamente. Y cuando la crisis estalla, el salvoconducto suele ser una cruda insolidaridad, ese ‘sálvese quien pueda’ que invita escaparse como sea, a costa de cualquiera que sea. La desconfianza no se calma, y la insolidaridad no se frena, con meras recomendaciones a seguir confiando, sobre todo cuando los que así recomiendan son quienes, por fallos de comisión (banqueros e intermediarios financieros codiciosos) u omisión (Gobiernos y reguladores negligentes), han abusado de la buena fe de tantos inocentes. En este caso, retomando la metáfora bíblica anterior, no cabe esperar al ‘juicio final’ para separar el trigo de la cizaña. El juicio ha de ser continuo y 'terminator'. Para este fin (de nuevo, la Biblia) las ‘inocentes palomas’ deberían aprender a ser ‘astutas como las serpientes’.

13 agosto 2007

Nostalgias subliminales

Hace unos días asistí a la reunión anual de una comunidad de propietarios a la que pertenezco. Como casi siempre que acudo a este tipo de asambleas, quedé pasmado ante lo que vi y oí. ¡Qué vientos y egos!.

Recuerdo que hace unos años, tras una ventosa asamblea de socios de la Ikastola en la que estudiaba mi hija Patricia, una mujer me dijo con sorna, citando no recuerdo a quién: “Desde que conozco a los hombres, me enamoro de los árboles”.

Esta vez un afable vecino me susurró al oído que parecíamos animales. Peor que animales, pensé yo recordando la cita de Walt Whitman, poeta norteamericano fallecido en 1892, con la que Bertrand Russell prologa su libro La conquista de la Felicidad y que casualmente yo había ojeado el día anterior. Dice así:

Creo que podría transformarme y vivir con los animales.
¡Son tan apacibles y dueños de sí mismos!
Me paro a contemplarlos durante tiempo y más tiempo.
No sudan ni se quejan de su suerte,
no se pasan la noche en vela, llorando por sus pecados,
no me fastidian hablando de sus deberes para con Dios.
Ninguno está insatisfecho,
a ninguno le enloquece la manía de poseer cosas.
Ninguno se arrodilla ante otro,
ni ante los congéneres que vivieron hace miles de años.
Ninguno es respetable ni desgraciado en todo el ancho mundo.

No sé si en nuestros genes late escondida alguna nostalgia de las etapas (vegetal y animal) por las que, se dice, ha transitado la vida hasta hacerse humana. Pero cuando paseo por ciertos bosques (como la selva de Irati), sueño con quedarme allí durante algún tiempo como un hermoso árbol silente. Y cuando me asiento en algunas cumbres de montaña (como la del Anboto), siento que aletean hasta mis entrañas, haciéndome ver con ojos de águila la inmensa pequeñez de los hervores humanos.

03 agosto 2007

Sexo perseguido y estómago bendecido


Cuando lo pienso fríamente, sin la tibia adiposidad de nuestras convenciones sociales, no me explico cómo hemos llegado a sitiar el sexo con tanta moral (algunos) y tanto pudor (la mayoría), mientras que somos tan tolerantes con otras partes u órganos de nuestro cuerpo. ¿Por qué perseguimos el bullicio de nuestros genitales, o al menos nos avergonzamos de él, y bendecimos, sin embargo, con descaro eufemístico (se habla de ‘restauración’) nuestros ajetreos gástricos?. ¿Por qué el placer de copular, tan solidario que sin él difícilmente se podría restaurar la especie humana, se suele cuestionar y condicionar mucho más que el placer de comer, el cual sólo incentiva la restauración egoísta del cuerpo?. ¿Por qué son partes pudendas el pene y la vagina, pero no la boca, orificio por donde nos metemos tantas cosas..., ensalivándolas y triturándolas (con descuidada exhibición, algunas veces), para luego dejarlas caer por la sima esofagal hasta el laberinto digestivo, a lo largo del cual circulan como agria magma alimenticia y del que, terminan saliendo explotadas, con la ayuda de vientos y mareas intestinas, de forma tan innoble como todos sabemos?. Si el tráfico sexual es sucio, como algunos piensan, ¿qué pensar de la circulación alimenticia?. ¿Por qué el sexo es tan perseguido y, en cambio, el estómago es tan bendecido? ¿Por qué permitimos que la moral empape la fisiología, y además lo haga con dictámenes tan desiguales?. No, no lo entiendo cuando pienso en ello con frialdad, racionalmente.

La persecución del cómic de la revista El Jueves.

Perdone el lector si le he ofendido con este crudo preámbulo, pero a veces conviene proceder sin tapujos, es decir, sin taparrabos ni bragas, con un lenguaje tan desnudo que permita llamar “al pan, pan y al vino, vino”. Como en el caso del cómic sexual de la revista El Jueves, el cual, según estiman algunos jueces y fiscales, resulta injurioso para la Corona de España. En mi opinión, no hay ofensa que juzgar sino mero prejuicio sexual que desterrar. Me pregunto, pregúntense también ustedes, si el celo judicial se hubiese encendido tanto en el caso de que se hubiese dibujado a los príncipes de Asturias compartiendo mesa, en vez de sexo. Seguro que no. Sólo la fruta prohibida (el sexo) encela tanto a los guardianes de las costumbres ‘políticamente correctas’. ¿No resultan más injuriosas las palabras del senador Anasagasti, de quien se dice (no he visto su blog) que ha calificado a la familia real de “pandilla de vagos e impresentables”? Huelga decir que tanto el fiscal general como el juez Del Olmo callarán, y no actuaran en este segundo caso.

La catedralicia bendición del estómago.

Y hablando de huelga, hay otro acontecimiento, protagonizado por algunos huelguistas del sexo (perdón si molesto a los practicantes del voto de castidad), que me ha soliviantado el alma. Los días 26 y 27 de julio la Fundación Catedral Santa María de Vitoria organizó en esta ciudad el I Encuentro de Cocina Conventual y Restauración con el título “Recetas del Alma”. Nada tengo en contra de que frailes y monjas compartan experiencias culinarias con los profanos profesionales de la cocina; probablemente, estos encuentros nos ayuden a todos a comer mejor. Lo que me enrabia es pensar que muchos célibes (entre ellos, eminentemente, ciertos sacerdotes y jerarcas sibaritas) hacen trampa (quizás me equivoque), pues, en el fondo, también hacen intercambio carnal al dar al estómago lo que quitan al sexo. Huelgan en sexo pero abundan en yantares.

Desde aquí, buena suerte a los dibujantes de El Jueves: que el prejuicio sexual no prospere y que se imponga el sano juicio. También deseo al Sr. Anasagasti que no le quemen su boca caliente, al menos en este ridículo ‘affaire’. En cuanto a quienes regalan al estómago la alegría que quitan a los genitales, ¿no deberían hacer más ‘huelga de hambre’ para hacer más creíble su ‘huelga de sexo’?

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