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Nostalgias subliminales

Hace unos días asistí a la reunión anual de una comunidad de propietarios a la que pertenezco. Como casi siempre que acudo a este tipo de asambleas, quedé pasmado ante lo que vi y oí. ¡Qué vientos y egos!.

Recuerdo que hace unos años, tras una ventosa asamblea de socios de la Ikastola en la que estudiaba mi hija Patricia, una mujer me dijo con sorna, citando no recuerdo a quién: “Desde que conozco a los hombres, me enamoro de los árboles”.

Esta vez un afable vecino me susurró al oído que parecíamos animales. Peor que animales, pensé yo recordando la cita de Walt Whitman, poeta norteamericano fallecido en 1892, con la que Bertrand Russell prologa su libro La conquista de la Felicidad y que casualmente yo había ojeado el día anterior. Dice así:

Creo que podría transformarme y vivir con los animales.
¡Son tan apacibles y dueños de sí mismos!
Me paro a contemplarlos durante tiempo y más tiempo.
No sudan ni se quejan de su suerte,
no se pasan la noche en vela, llorando por sus pecados,
no me fastidian hablando de sus deberes para con Dios.
Ninguno está insatisfecho,
a ninguno le enloquece la manía de poseer cosas.
Ninguno se arrodilla ante otro,
ni ante los congéneres que vivieron hace miles de años.
Ninguno es respetable ni desgraciado en todo el ancho mundo.

No sé si en nuestros genes late escondida alguna nostalgia de las etapas (vegetal y animal) por las que, se dice, ha transitado la vida hasta hacerse humana. Pero cuando paseo por ciertos bosques (como la selva de Irati), sueño con quedarme allí durante algún tiempo como un hermoso árbol silente. Y cuando me asiento en algunas cumbres de montaña (como la del Anboto), siento que aletean hasta mis entrañas, haciéndome ver con ojos de águila la inmensa pequeñez de los hervores humanos.

Pero así como en todo bosque hay flora digna de contemplar también hay en la raza humana personas merecedoras de admirar.

JUNTA DE LA COMUNIDAD DE PROPIETARIOS

Junta de vecinos
El orden del día está plagado de trivialidades, pero al rato me doy cuenta que aquello va a ser más complicado que coronar el Everest.

Sólo para ver quién cambia las bombillas, esta gente se tira media hora. El presidente dice que él no tiene por qué hacerlo, la abuela dice que ella no está para esos trotes, y como no hay conserje se decide que venga un electricista cada vez que haya que ¡cambiar una bombilla!

Siguiente punto. Me entero que hay un trastero comunitario en el patio y que una vecina lo ha limpiado altruistamente, así que nos pide 100 euros, como esos tipos que te limpian el cristal en los semáforos sin que tú se lo pidas. Más perplejidad.

Siguiente punto. Una vecina ha puesto aire acondicionado y otra ha llamado a la policía porque no puede dormir con el ruido que hace el aparato. Confrontación que llega al insulto.

En el siguiente punto casi se llega a las manos. La razón: el arreglo una bajante (aunque lo intuía, no sabía qué coño era una bajante hasta ayer, lo mismo que un galápago o la tela asfáltica. me maravillan estas palabras).

Siguiente punto: histeria colectiva debido al aumento considerable de la derrama debido a unas obras en el edificio y al cheque del arquitecto. Mecagoenlalecheputa.

Siguiente punto: Petición para que la gente no tire porquería al patio por las ventanas (¿esto qué es?).
Siguiente punto: a una señora se le inunda el balcón cada vez que llueve. Un vecino propone echar agua con una regadera para ver hacia dónde va el flujo de H2O y hacer un peritaje casero que no alcanzo a comprender del todo.

Último punto: ruegos y preguntas. Me marcho espantado después de dos horas de histerias, amenazas varias de muerte e intentos de inmolación colectiva.

ANEXO:
En el tablón de anuncios:

“No es muy normal que se tiren preservativos usados por la ventana. Así, que a los del 5º , si no os importa, tirarlo a la basura o os lo guardais de recuerdo”
Firmado: La Presidenta.

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