31 diciembre 2006

Urte Berri On, 2007

Hoy, 31 de diciembre, es día de cumpleaños. Cumple años la humanidad, 2006 años, según el cronómetro cristiano, o calendario Gregoriano, y cumple años mi amigo Pelu, 51 años, según el registro civil. Obviamente, la edad no se mide de la misma manera en los dos casos. En el primero se hacen cuentas poéticas, o contabilidad creativa, pues se relativizan los años con el natalicio de Cristo, y de este modo, con medición 'post Christum' (p.c.), se logra que la raza humana se recree y parezca mucho más joven; en el segundo, se hacen cuentas prosaicas aplicándose la tiranía de lo absoluto. Pelu, olvídate de tus prosistas y recréate abrazándote como poeta: relativiza tu edad con el momento más histórico de tu vida, que indudablemente es tu presente, hoy, para que así podamos felicitarte como a un recién nacido y desearte feliz primer año.

Feliz año 2007, humanidad. Feliz año 1, amigo Pelu.

24 diciembre 2006

Feliz Navidad, amigos

----- Navidad es una palabra infinitamente elegante, porque, si se abren sus entrañas, permite elegir entre vida o nada que distan entre sí una infinitud. Cuando se elige vida, la Navidad se desentraña felizmente, porque lo elegido aflora con plenitud, pero cuando se elige nada, la Navidad se desflora, porque la nada ni siquiera se contiene a sí misma. Matar y dejar morir dan nada y abortan la Navidad. Vivir y dejar vivir dan vida a una Navidad feliz. Votad, amigos, por una feliz Navidad.

23 diciembre 2006

Pornoeconomía (Primera parte)

No, no voy reflexionar sobre la ‘economía del porno’, es decir, sobre el mercado del sexo y de la pornografía, aunque sería interesante hacerlo, dada su dimensión y raigambre social. La palabra ‘porno’ se usa aquí simplemente como prefijo calificativo de muchos informes y estudios que, versando sobre diversos asuntos económicos, muestran alguna o algunas características propias de la actividad ‘porno’, entendida ésta con todos sus matices etimológicos.

Este término viene de la palabra griega 'porneia' que significa prostitución, idolatría y apostasía. Así, quien se prostituye carnalmente idolatra el dinero y apostata del amor para vivir del oficio de ‘gustar y dar el gusto’ ofreciendo sólo su cuerpo. Con todo este sentido, el prefijo ‘porno’ sirve también para calificar otras actividades no carnales que se caracterizan por su superficialidad, desnaturalización y mercantilismo. La prostitución idólatra y apóstata, allende la carne, se encuentra en muchas profesiones, entre ellas la de los intelectuales dedicados a estudiar la economía de las empresas, las regiones, las naciones y otros aspectos o problemas económicos más específicos. Y entre estos, destacan especialmente, determinados académicos o profesores universitarios.

Hay informes económicos que son lujosos en datos, ornatos gráficos e incluso fórmulas (para excitar la lujuria), pero, en cambio, son muy pobres en pensamiento (harto superficiales) y, sobre todo, en amor a la verdad (apostatan de ella); se hacen simplemente para gustar a quienes los pagan o financian. Su veracidad no es mayor que la virginidad de lo(a)s prostituto(a)s; y dar crédito a sus conclusiones es tan arriesgado como confiar en las declaraciones de amor que susurran esto(a)s último(a)s cuando manipulan el sexo de sus clientes. Son pura pornoeconomía. Obviamente, muchos trabajos de economía no son de esta índole, como tampoco son ‘porno’ la gran mayoría de relaciones sexuales entre seres humanos. Pero pornotrabajos..., los hay, y no pocos.

Pensemos en esos informes de auditoría plegados a los intereses de quien los paga, la propia empresa auditada. Los casos de connivencia entre auditores y auditados son frecuentes, y socialmente dañinos. Recordemos el escandaloso matrimonio americano entre la empresa Enron y la auditora Arthur Andersen, caso que afloró a la opinión pública tras el crack bursátil de hace unos años (con epicentro en las empresas TIC) y que terminó en los juzgados. Lo peor de matrimonios de interés, como éste, es que perjudican a terceros inocentes: cuántos modestos inversores han perdido, y pueden perder, dinero en bolsa por informes maquillados y valoraciones interesadas de empresas cotizadas. La mala (pervertida) información económica suele afectar a estos inversores como la típica enfermedad venérea que, contraída por clientes de la prostitución, se transmite a otras personas inocentes (por ejemplo, sus parejas habituales).

Y ¿qué decir de algunos artículos de prensa en los que el autor es mera pluma de la línea editorial del periódico (diario o semanario) donde escribe y del que vive? Elijamos dos diarios rivales (por ejemplo, El País y El Mundo) y examinemos las páginas económicas que han dedicado y dedican a valorar la OPA de la Caixa sobre Endesa: ¿no ladran en ellas, como ecos perrunos, los prejuicios políticos de sus Consejos editoriales?. ¡Ay de aquél articulista de plantilla, o colaborador ocasional, que desafine en estas orquestas partidistas!

Clientes especiales de esta prostitución intelectual son algunas organizaciones empresariales, y sobre todo, entidades públicas (por ejemplo, Ministerios y Consejerías de Gobiernos Regionales) que encargan trabajos con la misión de que éstos justifiquen o bien sus prejuicios y reivindicaciones (caso de las primeras) o bien la gestión económica que han hecho o piensan hacer en áreas de su competencia y ante determinados problemas (caso de las segundas). Julio Alcalde Insausti, veterano experto en elaborar contabilidades regionales, se quejaba ya hace unos años de que todos los Consejeros de Economía y Hacienda de las CC.AA. pretenden (y para ello presionan con el cruce de información) que sus respectivas economías luzcan, frente a otras, con unos índices estadísticos (sobre la evolución del PIB, ahorro, inversión y demás) mejores que la media nacional, lo cual, obviamente, es imposible, pues comparadas con un valor medio siempre tiene que haber algunas Comunidades Autónomas por debajo de éste. Es sabido también que todos aquellos - Servicios o Gabinetes de Estudios, grupos de profesores universitarios, o simplemente personas expertas - que elaboran informes y dictámenes que no contentan al Ministro o Consejero de turno caen en desgracia y sus servicios dejan de ser solicitados. Así pues, con frecuencia, estos equipos o profesionales tienen que elegir entre ‘vivir de gustar a los clientes’ o ‘morir de virginidad’.

Lamentablemente, este tipo de prostitución tiene a veces, como acabo de mencionarlo, agentes de lujo, a saber, profesores o grupos de profesores universitarios que se benefician privadamente de ella utilizando recursos públicos (edificios, mobiliario, material y, sobre todo, tiempo) que, en principio, están asignados a otros menesteres, como la docencia y la investigación. Ni decir tiene que hay casos honrosos de profesores que elaboran con decoro trabajos aplicados que les son solicitados con honestidad y por los cuales cobran decentemente. Pero también hay (y quizás cada vez más) pornoactividades indecentemente lucrativas, toleradas e incluso estimuladas por la propias instituciones universitarias que, al amparo de una legislación permisiva, ve en ellas una fuente de ingresos propios (complementarios a las transferencias del Gobierno) capaz de mitigar sus crecientes dificultades financieras. Que esta santa institución (en la que he trabajado tantos años) me perdone si me pregunto: ¿no se comporta a veces como un proxeneta al estimular este obsceno negocio con el fin de cobrar, como suele hacerlo, un apreciable porcentaje?

Termino con otra cuestión que me escuece tanto o más que la anterior: ¿Son ‘porno’, en algún sentido, más allá del chiste, los trabajos de investigación económica acusados (por muchos) de explorar ‘el sexo de los ángeles’?. Confieso que, de momento, estoy demasiado aturdido para reflexionar sobre ello.

11 diciembre 2006

Padres de horror y padres de honor

Me han contado que, hace poco, en un partido de baloncesto, un padre clamó contra su hija, e incluso la insultó, censurando su juego. Obviamente, pretendía que su retoño jugase mejor, pero la chica, en vez de animarse, se atolondró todavía más y se arruinó hasta ser sustituida. Negras escenas, como ésta, donde padres supuestamente bienintencionados destruyen a sus hijos, suelen ser frecuentes, y no sólo en competiciones de baloncesto, football y demás deportes, sino también en otros ámbitos de la vida. Hay fracasos escolares, laborales e incluso matrimoniales que se producen por injerencias paternas o maternas que en algunos casos son sólo desafortunadas, pero en otros horrorosamente impropias.

Pensemos en esos padres que, con supuesta buena voluntad, se proyectan en sus hijos, los quieren a su semejanza, e incluso a veces les exigen lo que ellos no pudieron lograr. ¿No les roban su libertad y se apoderan de ellos?. Y extremando la descalificación, ¿no los devoran?. Aún a riesgo de herir la sensibilidad de alguien, ilustro este horror de padres con la más estremecedora de las ‘pinturas negras’ de Goya que se exponen en el Museo del Prado, la que muestra a Saturno devorando a sus hijos.


Estremece, sí, la mera idea de acercarnos, incluso inconscientemente, a un modelo de padres como éste. Frente a este horror, el poema del libanés Jalil Gibrán nos sugiere cómo ser padres de honor. Dice así:




Vuestros niños no son vuestros niños.
Son los hijos e hijas del propio anhelo de vida.
Vienen a través de vosotros pero no provienen de vosotros
y aunque están con vosotros no os pertenecen.

Podéis darles vuestro amor pero no vuestros pensamientos,
porque tienen sus propios pensamientos.

Podéis alojar sus cuerpos pero no sus almas,
ya que sus almas moran en la casa del mañana
que no podéis visitar ni en vuestros sueños.

Podéis esforzaros en ser como ellos,
pero no intentéis hacerlos como vosotros,
puesto que la vida no mira ni espera al ayer.

Sois los arcos de los que vuestros niños parten como flechas vivientes.
Abandonaos en manos del arquero: será para bien.






Lúcidas advertencias y seductora invitación. ¿Cómo no aspirar a ser arcos perfectos, aunque no podamos evitar que se curve esta aspiración con nuestras numerosas y grandes imperfecciones?

05 diciembre 2006

¿Quién ha disparado el precio de las viviendas?

--- Enseña a un loro qué son demanda y oferta, y será un economista --- (Anónimo)

¿Saben por qué ganan tanto los futbolistas a pesar de que no hacen otra cosa que intentar introducir una cosa redonda entre tres palos e impedir que los rivales lo hagan? Porque hay una desbocada (y caprichosa) demanda de este espectáculo que se deriva hacia sus protagonistas, y éstos son relativamente pocos. Aunque, en principio, cualquiera podría jugar al balompié y aspirar a ser rico, sólo unos pocos son calificados como talentosos con opciones reales de enriquecerse. Si todos fuesen zidanes, sus ganancias serían insignificantes. Es el juego de una demanda voraz frente a una oferta limitada lo que hace afortunados a los futbolistas.

Análogamente, aunque el asunto sea mucho más serio, ha ocurrido con las viviendas. A mediados de los años noventa, se animó la demanda de viviendas, y aunque el sector de la construcción haya respondido significativamente, su respuesta no ha sido adecuada ni suficiente. De ahí que se haya producido una hiperinflación de precios de los pisos. Y en este juego tan inflacionista, a diferencia de lo que ocurre con el fútbol en que ganan los futbolistas y pierde genéricamente la sociedad, ha habido concretos vencedores y vencidos. Han ganado los propietarios de pisos antiguos o adquiridos con suficiente anterioridad y han perdido los nuevos o más recientes compradores.

La Ley del Suelo del año 1998, con el fin de facilitar y abaratar la oferta de nuevas viviendas, estableció que todo el suelo, en principio, fuese urbanizable, pero, como es bien sabido, el control ejercido por los municipios en su recalificación y en la edificación ha malogrado en gran medida este objetivo del legislador. A ello hay que añadir que en algunas zonas y localidades (por ejemplo, ciudades) el suelo es ya un recurso manifiestamente escaso. Sin embargo, la oferta de viviendas nuevas, a pesar incluso de su sordidez (comentada ya en un artículo anterior de esta bitácora), no parece ser el factor clave del enorme encarecimiento de éstas, pues, en la última década, la construcción ha sido uno de los sectores más dinámicos de la economía española, la cual, precisamente por ello, ha sido moteada como “economía del ladrillo”. La edificación en España, y con ella la oferta inmobiliaria, ha crecido muy por encima del PIB, mucho más que en Europa y otras zonas donde los precios de la vivienda también han aumentado. Y ya se sabe, cuando los precios se disparan a pesar de una gran expansión de la oferta, quien dispara es la demanda. Ésta ha sido tan febril, en algunos años y lugares, que lo ha tragado todo, incluso el infame peaje de la corrupción urbanística.

La demanda de vivienda en propiedad se ha desbordado por la concurrencia de distintos factores, unos de índole nacional, y otros más globales que han afectado también a otros países. Entre los primeros destacan la inmigración, la inversión extranjera en inmuebles de segunda residencia, la preferencia por la propiedad frente al alquiler, el aumento de las familias monoparentales y la mejora de las infraestructuras viarias. Entre los segundos, los descensos de los tipos nominales de interés hasta niveles inferiores a la inflación, el alargamiento de los plazos de las hipotecas, el mal comportamiento de las bolsas tras el estallido de la burbuja tecnológica, y, en Europa especialmente, el afloramiento del dinero negro con la creación del euro.

Estos factores indican también que la demanda de viviendas es (ha sido y será) bastante heterogénea, diferenciándose no sólo por su localización (ciudad, agro, costa) y tipología (primera o segunda vivienda etc.) sino también por la motivación de los compradores. A unos les motiva el uso de una morada, e incluso les urge su necesidad; a otros les mueve la rentabilidad que pueden obtener invirtiendo en un activo real, alternativo a los activos financieros de renta fija o variable; y hay también quien se guía por ambos motivos. Quienes actúan como inversores suelen especular, es decir, compran hoy esperando revalorizaciones futuras con las que enriquecerse. Un efecto de estas compras especulativas es que anticipan al presente aumentos de precios que se esperan para el futuro, y de esta manera perjudican a quienes compran viviendas sólo por motivo de uso o necesidad. Sí, enemigo del comprador “morador” es el inversor especulador, sobre todo cuando la especulación es irracional y febril. Gran parte de la hiperinflación de los precios de la vivienda ha sido especulativa, y con frecuencia sórdidamente especulativa por insolidaria.

Contaré un caso de sordidez. Una pareja de jóvenes se interesó por los pisos que había puesto a la venta (en plano) una sociedad promotora. Al parecer llegaron tarde, pues les dijeron que todos estaban ya vendidos. Sin embargo, días después, les telefonearon desde la misma sociedad para comunicarles que habían tenido suerte, ya que había alguien dispuesto a venderles su opción de compra sobre uno de los pisos. Esta opción costaba 50.000 euros, un 25% del precio oficial de venta fijado en 200.000, y se tenía que pagar en efectivo y sin documentación, es decir, con “dinero negro”. Los jóvenes estaban tan ilusionados con la idea de emanciparse que, tras hacer cuentas con el euribor y el plazo de la hipoteca, pidieron “sopitas” a sus padres y “tragaron el sapo”. Poco después, el azar les regaló la sorpresa de enterarse que el vendedor de dicha opción era un vecino de portal. Según me dicen, casos como éste son bastante frecuentes. Así pues, la corrupción moral no sólo campea en Marbella; también ronda nuestras puertas.

La opinión pública se ha indignado, y con razón, ante los casos de corrupción pública que han infectado tanto la oferta de vivienda nueva. Sin embargo, sorprende que sea tan indulgente con la corrupción privada (incluso vecinal) que prospera en la panza de la demanda, como la que acabo de contar. Porque, sea pública o privada, la codicia, que es el alma de la corrupción, siempre es deleznable.

Termino. No se distraiga, paciente lector(a), con todo lo que he escrito hasta aquí, porque, en resumidas cuentas, lo que ha disparado el precio de la vivienda es sencillo de entender, aunque difícil de erradicar: nuestra codicia.

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