Soleando el año 2009.
Pero no sólo ahora campa este atroz pesimismo. Hemos pasado todo el año 2008 mirando hacia el 2009, azotándonos con presentimientos negativos, sufriendo de antemano, anímicamente, los rigores de un enfriamiento económico todavía en ciernes. Con esta actitud sólo hemos conseguido agravar el problema, esto es, enfriar aún más la economía, e incluso helarla precipitadamente, hasta tener ya sectores congelados con riesgo de gangrena.
Propongo convertir el vicio de precipitarnos en virtud. ¿Por qué no vivir el 2009 mirando hacia el 2010, o incluso el 2011, calentando nuestros ánimos con la esperanza de una recuperación económica? Que habrá recuperación es tan cierto como que ‘a la noche sigue el día’. Y cuanto antes la presintamos, la esperemos, la gocemos, antes vendrá. Soleemos, así, el nuevo año 2009; mezamos en él la cuna de la esperanza. Esta cuna es el mejor regalo que nos podemos hacer en la Navidad 2008.
El 25 de Diciembre, coincidiendo con el solsticio de invierno, en la antigua Roma, y antes también en otros pueblos de la antigüedad, se celebraba la ‘fiesta del sol invicto’, el triunfo del día (que comienza a alargarse) sobre la noche (que se bate en retirada tras creciente voracidad). Siglos después del nacimiento de Jesús de Nazaret, cuya fecha exacta se desconoce, Juan Crisóstomo, uno de los llamados “Padres de la Iglesia” propuso (y lo consiguió) la adopción del día 25 de Diciembre como natalicio del Hijo de Dios, el verdadero Sol de la humanidad.
Sin menoscabo de otros nobles sentimientos, cristianos o paganos, que estas fiestas suelen suscitar, creo que en la Navidad 2008 hay uno especialmente ecuménico, que todos, al margen de nuestras creencias, debiéramos albergar y acunar, para luego, en el nuevo año 2009, nutrirlo y propagarlo: la esperanza. Esperemos, sí, esperemos que se acorte la sombra de la crisis, como sucede con la noche a partir del solsticio de invierno. Confiemos en el ‘sol invicto’, en que los rayos de un optimismo lúcido se alarguen y afilen hasta cortar la cabeza de nuestros monstruosos temores. Esperando de esta manera en el 2009, abandonando el lado oscuro del pesimismo que ahora nos embarga, nacerá con más fuerza y prontitud la nueva ola de prosperidad.
Publicar un comentario