29 febrero 2008

Debates electorales TV (3): el desfile de la pluralidad.

Ayer noche, día 28, desfilaron las peroratas de los siete grupos parlamentarios en un plató de TVE1 bajo la vigilancia cronométrica de Ana Blanco. Era el turno u oportunidad de la pluralidad política, de la mesa abierta, del debate redondo.


Pero todo discurrió muy lineal, de pasarela, de desfile uno a uno. Yo esperaba una especie de ‘menage á sept’ dialéctico y me encontré con jolgorios onanistas. Se evitó el cuerpo a cuerpo, y sólo se produjeron esporádicas y breves enganchadas. La secuencia de monólogos engulló el diálogo. Creo que la estructura del debate, similar a la consensuada para la contienda entre Zapatero y Rajoy, fue en este caso mucho más inadecuada.

El desfile de opiniones discurrió por cauces predecibles: la coyuntura económica, la política social, las pensiones, la emigración, la seguridad, las infraestructuras…Obviamente, algunos contertulios se afanaron por llevar el agua a sus respectivos territorios.

Hubo higiene verbal y escasas salidas de tono, lo cual fue de agradecer tras visto y oído lo que ocurrió entre Zapatero y Rajoy. En cambio, imperó el tedio, que, como es natural en horas nocturnas, sólo pudo eyacular sopor. En mi caso, al menos, tuve que hacer muchos esfuerzos para no dormirme.

He de reconocer, con todo mi respeto y aprecio hacia los insulares canarios, que el representante de Coalición Canaria me dejaba K.O cada vez que intervenía. Creo que la voz de Canarias se tiene que oír y escuchar, pero no como lo hizo el Sr Bañolas, leyendo taciturno un rosario de quejas y reivindicaciones que concernían casi exclusivamente al archipiélago canario.

Entre cabezada y cabezada escuché a Josu Erkoreka, parlamentario del PNV y creí estar soñando. En la mayoría de sus intervenciones tuvo visión de Estado, desbordando las fronteras Euskadi, con planteamientos y propuestas que afectan a todos. Hizo de Imaz más que de Egibar, quizás agradecido por la defensa que, por la mañana en Luxemburgo, ante el Tribunal de la UE, hizo la abogacía del Estado a favor del Concierto Económico en el litigio sobre fiscalidad empresarial que Euskadi mantiene con Comunidades Autónomas limítrofes. He de reconocer que no me disgustó, salvo en su alegato final.

Los nacionalistas catalanes, Jordi Jané (CIU) y Joan Ridao (ERC), fueron los más bulliciosos y por ello espantaron más veces mi sopor. Hicieron más profesión de nacionalismo que Erkoreka, aunque menos que Bañolas. ¿Cuándo aclararemos, por fin, la cuestión de las balanzas fiscales regionales y si Cataluña padece, o no, tanto déficit fiscal como claman? Ayer, desde luego, nadie nos lo aclaró. Por otra parte, creí percibir que al Sr. Jané le producen urticaria los impuestos, y que al beligerante Sr. Ridao le irrita la idea de que la lengua valenciana sea independiente de la catalana.

Entre mis fugaces atenciones a la pantalla, aprecié la participación de Monserrat Muñoz, única fémina en la mesa. Aun contando con la moderadora, Ana Blanco, el debate incumplió la ley de igualdad de género. Quizás por ello, la representante de IU abundó en reclamaciones pro derechos de la mujer. Fue la participante que más abogó por las causas sociales y la solidaridad interregional, aunque tuve la impresión de que su ejercicio de abogacía rezumaba cierto 'pensamiento fácil'. Por su verbo, moderado y fluido, me recordó a Cristina Almeida.

Respecto a los otros dos participantes en el debate, el Sr. Jáuregui (PSOE) y Sr. González Pons, sólo diré que el primero me pareció un clon de Zapatero, mientras que el segundo, aun declarándose devoto de Rajoy, se pareció más a Piqué o a Gallardón. En general, creo que la dialéctica del representante del PP (no ya el contenido de sus mensajes) fue mejor que la del socialista, y desde luego mucho más pulcra e incisiva que la que esgrimió su jefe en el debate con Zapatero.

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26 febrero 2008

Debates electorales TV (2): Zapatero vs. Rajoy

Me decepcionó el primer debate entre J. L. Rodríguez Zapatero y M. Rajoy organizado por la Academia de las Ciencias y de las Artes de Televisión la pasada noche del día 25. Me sorprendió la ausencia de novedades en lo que dijeron y se reprocharon ambos contendientes, y me escandalizó la falta de pudor y decoro en las formas verbales utilizadas. Por eso, seré breve opinando.

Revolcón en el pasado.

Debatieron sobre cosas pasadas, harto conocidas y, sobre todo, deglutidas y vomitadas por los perros del rencor, del desencuentro, de las dos Españas. Creo que Zapatero mordió en la yugular a Rajoy cuando vendió sus logros en el campo de la política social, y que éste agarró a aquél por las tetillas y con saña cuando le reprochó su gestión del proceso de paz o de la lucha contra el terrorismo (o como quiera llamarse).

Quizás se revolcaron en el pasado porque guardan para el segundo ‘round’ lo que piensan sobre el futuro, sobre lo que prometen hacer si ganan las elecciones. Esperemos pasar del lodazal de ayer a un nacedero de ilusiones y aguas limpias cuando, el próximo lunes, nos cuenten sus sueños.

Mala educación.

Si, basándonos en su etimología (el verbo latino 'educere' significa extraer), entendemos por educación el arte de de sacar a flote el potencial que llevamos dentro, ayer hubo malas artes, mala educación. Se perdió algo que se ganó el pasado jueves en el debate de Solbes entre Pizarro, la cortesía y el respeto mutuo.

El insulto no parece una forma decorosa de exponer y defender lo que uno piensa. Recuerdo que, al menos siete veces, Rajoy llamó mentiroso a Zapatero, o utilizó expresiones con este significado e intención; la primera vez lo hizo a los pocos segundos de abrir el debate. También Zapatero, al menos en tres ocasiones, reprochó al PP haber mentido, aunque no recuerdo bien si el reproche lo personalizó en Rajoy hasta el punto de llamarle mentiroso. Sí recuerdo, en cambio, que le dedicó otras expresiones malsonantes como ‘desfachatez’, ‘caradura’... (quizás, a la defensiva). En conjunto, opino que Rajoy se mostró mucho más maleducado que Zapatero. Incluso rozó la calumnia cuando le acusó de ‘haber agredido’ (sic) a las víctimas del terrorismo.

El debate de ayer probó que no sólo es perentorio incluir la asignatura “Educación para la ciudadanía” en los programas de formación de nuestros adolescentes, sino que hay dirigentes que necesitan volver a la escuela.

Lo dicho. A esperar aguas más limpias y reconfortantes en el debate del lunes que viene.

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25 febrero 2008

Debates electorales TV (1): Solbes vs. Pizarro

La economía fue el campo de juego elegido por los dos grandes partidos de España para exponer sus diferencias con fines electorales en el primero de los debates TV que nos han prometido (o impuesto, como se quejan otros partidos políticos excluidos). Tuvo lugar en Antena 3, la noche del día 21, y porfiaron Pedro Solbes (a la derecha de la foto) y Manuel Pizarro (a la izquierda).


Fue de agradecer que guardasen las formas y practicasen la cortesía. Pizarro incluso loó el buen hacer de Solbes como Ministro de Economía (hasta el punto de parecer incoherente cuando luego abominó de la gestión económica del Gobierno). A cambio, Solbes renunció a mencionar el millonario botín personal que Pizarro ha extraído de Endesa, algunos de cuyos detalles habían asomado en la prensa matinal el mismo día del debate. No sé quién ganó a quién en el campo de la cortesía y respeto mutuo. Pero resultó evidente que ambos ganaron a mucha gente, bocazas y faltona, de sus respectivos partidos.

Pizarro ‘dixit’

Al parecer, fue este nuevo ejecutivo del PP quien tomó la iniciativa hace ya unas semanas, lanzando el guante a Solbes, para debatir sobre la situación económica española. Probablemente lo hizo pensando que la difícil coyuntura económica le ofrecía bazas ganadoras. De ahí su cantinela pesimista a lo largo del debate: España no va bien; es subcampeona europea en inflación; el desempleo ha repuntado; el déficit de balanza de pagos es desbordante; el índice de confianza del consumidor ha caído; la inversión extranjera nos ha abandonado; el actual Gobierno ha despilfarrado la herencia que nos dejaron los anteriores; no se han aprovechado los buenos tiempos para elevar la competitividad de nuestra economía; apenas se ha invertido en I+D+i; hay crisis económica y el Gobierno no ha hecho nada para prevenirla, etc etc; en consecuencia, concluyó, el mayor riesgo para la economía española es que siga el Gobierno ZP. Esto último sonó como un eco del famoso exabrupto de Aznar: “Váyase Sr. González”.

Solbes ‘contradixit’

El actual Ministro de Economía arguyó, por el contrario, que España, a pesar de todas las dificultades que han asomado, no va tan mal, tras haber crecido el PIB un 3,8 % en el 2007 y preverse para este año un crecimiento del 2,7% según la UE; que el diferencial de inflación con respecto a la UME es el mismo que se heredó en el año 2004; que la tasa de paro ha bajado del 11% al 8% bajo el último Gobierno socialista; que la renta per cápita ha convergido más a la media europea; que han aplicado políticas sociales favorables a los colectivos más necesitados; que el esfuerzo público en I+D +i no sólo no se ha estancado sino que ha sido espectacular (mostró cifras y gráficos para contradecir a Pizarro); que el Fondo de Reserva de la Seguridad social se ha incrementado significativamente; que hay margen (superávit público y deuda moderada) para afrontar los nuevos tiempos, que en modo alguno son de recesión o crisis sino de mera ralentización de la economía etc, etc; en resumen, que la crisis sólo está en los deseos del PP, que la está convocando sin fundamento para recabar el voto del miedo.

¿Quién inspiró más confianza?

Como suele suceder en estos debates televisados, probablemente ganó quien menos carencias, errores, e incoherencias evidenció o cometió. En este sentido, hay opiniones para todos los gustos políticos. Obviamente, los ‘peperos’ y medios de comunicación afines han cerrado filas protegiendo a Pizarro, mientras que los ‘sociatas’ han ovacionado a Solbes. Pero, ¿y los demás?. Creo que los ciudadanos no alineados con estas formaciones políticas, en especial, los incluidos en esa bolsa tan codiciada como es la de los indecisos, se habrán inclinado por Solbes. Éste irradió lo que Pizarro aún no tiene, experiencia en gestión macroeconómica y pública. Y en sus aseveraciones y propuestas, se mostró más riguroso o menos demagogo que el ‘ex’ de Endesa (qué desliz más chirriante tuvo éste con las medidas que propuso para reducir el gasto público y compensar, de este modo, las cuantiosas rebajas de impuestos que promete su partido). Pero, sobre todo, fue más coherente. Me explico.

Si estamos en una fase de desaceleración económica, como defiende Solbes, es sensato invitar a la calma, arguyendo que, dado que disponemos de unas finanzas públicas saneadas (como reconoció el propio Pizarro), hay margen presupuestario suficiente para paliar sus efectos de forma automática o discrecional. La previsión del ministro puede estar equivocada, pero su mensaje es coherente.

En cambio, si estamos inmersos en una crisis o recesión, como afirma Pizarro, lo coherente es proponer medidas de choque que acorralen el problema y lo traten directamente, y no confiar el rumbo de la economía y la suerte de los parados al poder del mercado, a la iniciativa privada y a la alegría de los bolsillos particulares animados por reducciones de impuestos. Sin embargo, el candidato del PP a Ministro de Economía habló poco de medidas de urgencia y elogió mucho la virtud del mercado y del genio e ingenio de los agentes privados. Este elogio no sonó oportuno en unos tiempos en que precisamente los mercados financieros, con sus innovadores instrumentos crediticios y sus avispados muñidores, han sido el origen de los problemas que nos acucian. En un planteamiento a largo plazo, se puede discutir si nos conviene adoptar un modelo económico que esté más manejado por la ‘mano invisible’ de Adam Smith que por la mano visible de los Gobiernos. Pero, en el corto plazo, y ante una crisis, no parece oportuno el “Sálvese quien pueda”, sino que sólo valen los salvoconductos directos que dan las acciones del Gobierno.

Sí, creo que Pizarro suscitó menos confianza que Solbes. Pues en un contexto de incertidumbre económica, como en el que ahora estamos, siempre resultan amables, por vagas que sean, las promesas de reforzar los gastos sociales, mientras que espanta cualquier insinuación o mención de políticas de ‘laissez faire’.

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15 febrero 2008

¿Gana el oso al toro?, o ¿estamos en una Bolsa de nadie?


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- No vendas la piel del oso antes de cazarlo - advierte el pesimista.
- Tu pesimismo me hace fuerte - le contesta el cazador.

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Preámbulo.

En la tradición angloamericana se suele hablar de psicologías ‘bull’ (toro) y ‘bear’ (oso) para explicar estrategias y operaciones bursátiles que reflejan dos diferentes sentimientos, o estados de ánimo, frente al futuro. Si el ‘herd’ (rebaño) de participantes está dominado por el optimismo y, como consecuencia, se produce una persistente y duradera tendencia al alza de precios (aunque haya episódicas correcciones) se dice que el mercado es ‘bull’. Por el contrario, es ‘bear’ cuando, cargado de pesimismo, cae (y vuelve a caer si transitoriamente se levanta) por una prolongada senda de minusvalías.

No se sabe con certeza el origen de estas fáunicas metáforas. Unos piensan que se inspiran en la forma de conducirse y atacar de ambos animales: el toro se luce en su ímpetu, descaro… y cuando embiste, cornea hacia arriba, mientras que el oso se mueve más lento, cauteloso… y, cuando ataca, golpea hacia abajo con sus garras. Otros apuestan por razones fónicas: hay rendimientos ‘full’ (plenos) o ‘bare’ (desnudos) cuando el mercado sube o baja, expresiones que suenan como ‘bull’ y ‘bear’ respectivamente. Finalmente hay quienes recurren a la semántica propia de ciertos mercados a plazo o de futuros: ‘bulla’ significa, entre otras cosas, contrato, o documento sellado que incorpora un derecho o privilegio (como las medievales bulas pontificias), mientras que ‘bearer’ es poseedor o portador de una mercancía; así, quienes tienen un contrato (lacrado con un precio acordado) para recibir una mercancía en el futuro comprobarán que, cuando el mercado es alcista, su derecho (su ‘bulla’) se revaloriza, pues van a recibir algo cuyo precio excede del precio inicial acordado; por el contrario, cuando el mercado sea bajista, ganarán los ‘bearers’ de la mercancía que debe ser entregada, pues la entregarán depreciada, recibiendo a cambio un precio prefijado mayor; de aquí, ¿cómo no bromear diciendo que los ‘bulls’ campean en mercados alcistas mientras que los ‘bears’ sobreviven en los bajistas?



¿Estamos ante la ruta del toro o del oso?, o más bien, ¿en tierra de nadie?

Pero dejemos a un lado la cuestión del origen de estas metafóricas caracterizaciones bursátiles para centrarnos en la actualidad. Hay consenso en afirmar que la Bolsa ha sido ‘bull’ a lo largo del periodo 2003-2007, pero hay muchas dudas sobre si continuará así, a pesar de la severa corrección registrada, o cambiará finalmente a ‘bear’. Esta cuestión es vital para todos aquellos que viven (perdón por la redundancia) de la bolsa y se desviven por ella, y lo hacen día a día, e incluso de mañana a tarde como típicos jornaleros bursátiles, porque tardar en reforzarse como ‘toro’ o mudarse a ‘oso’, según sea el caso, puede suponerles grandes pérdidas o, al menos, dejar de ganar suculentos beneficios. Ser primero del rebaño (anticiparse) cuando se acierta con el camino siempre es lucrativo. Pero precipitarse por la senda equivocada les puede quebrantar. Es el riesgo del momento.

En esta situación se encuentran también, aunque sin tanta presión, muchos modestos inversores en bolsa que sólo pretenden obtener una razonable rentabilidad para sus ahorros, dado que, en los momentos actuales, las inversiones alternativas en depósitos y títulos de renta fija ofrecen tipos de rendimiento casi nulos o negativos, una vez descontadas la inflación y la fiscalidad. Fuera de la bolsa de valores de renta variable, de sus híbridos (FIMs) y de sus derivados (opciones, futuros y demás), no se ofrecen instrumentos financieros solventes que rindan más que el 5% TAE de rendimiento nominal, nivel que hoy en día es el umbral a partir del cual se consiguen positivas rentabilidades reales fiscalmente netas. Baste recordar en este sentido que la inflación que nos afecta supera el 4% y la tributación de las rentas del ahorro están sometidas al 18%.

Sin embargo, hay demasiada niebla en los mercados financieros para discernir con claridad qué ruta tomar, si la del toro o la del oso. Quizás, tras la reciente caída de las bolsas, estemos de momento en tierra de nadie, simplemente a merced de la volatilidad. Yo, al menos, tengo la sensación de estar en medio de una densa nube de mosquitos. Hay todo un enjambre de expertos y analistas que nos sobresaltan continuamente con la revisión, y muchas veces la contradicción, de sus opiniones previas, sumiéndonos en la confusión.

¿Cómo sobrevivir en esta coyuntura bursátil?

Mientras no se levante la niebla, o se reduzca la volatilidad, quizás no convenga embestir al futuro como un toro, ni dejarse abrazar por un oso. Yo me inclino, más bien, por ser en parte torero y en parte cazador de osos, combinando ambas actividades con prudencia. También pienso en comprar una especie de mosquitero, algo que me proteja, o suavice mis penas, ante tanta volatilidad. Me explico, empezando por esto último.

Dentro de la extensa gama de fondos de inversión que se comercializan hoy en día hay unos, llamados Fondos de Volatilidad, que ligan directamente su rendimiento a la inestabilidad de los mercados. Son fondos estructurados sobre la base de una medida de volatilidad de tal modo que permiten ganar más (menos) dinero conforme más (menos) volátil se torne el mercado. Así, quien tenga dinero en una Bolsa convulsa puede compensar su vértigo con la revalorización que obtiene participando en alguno de ellos. Ser partícipe de un Fondo de Volatilidad es una de las formas (no la única) de adquirir un mosquitero.

Frente al dilema de huir o no de la Bolsa, soy partidario de permanecer en este foso, pero toreando al optimismo desde posiciones cercanas a la barrera y al burladero. Nada de toros innobles (acciones agresivas) ni de virtuosismos taurinos que abaniquen una especulación alcista. Renuncio a porfiar por las dos orejas y el rabo, y me contento con hacer faenas de aliño. Quizás oiga algunos pitidos, es decir, me hagan sufrir algunas minusvalías bursátiles, pero me consolaré con la paga segura del torero, la rentabilidad por dividendos, que en muchos caso casos superará el 5% libre de impuestos.

También simpatizo con la idea de ir a la ‘caza del oso’, es decir, de intentar beneficiarme del pesimismo de muchos inversores. Para ello, nada mejor que traficar en esos satélites de la Bolsa que se llaman mercados de activos derivados (futuros, opciones y demás). La estrategia de caza es la de venta, adquiriendo compromisos (futuros) y/o de derechos (opciones) de venta de acciones. Si por causa del pesimismo cae la cotización de las acciones en la Bolsa, nuestros contratos de futuros y de opciones se revalorizarán y obtendremos beneficios. De este modo, habremos cazado al oso. Además, a mayor pesimismo, mejor caza.

Finalmente, a quienes tengan mucha aversión al riesgo en estos tiempos de volatilidad les propongo una forma razonable de protegerse. Consiste en combinar el toreo prudente que he ovacionado antes con una estrategia de ‘caza del oso’ instrumentada con opciones de venta pagadas con dividendos. La explico con el siguiente ejemplo.

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Supongamos que usted tiene 1.000 acciones del Santander, cuyo último precio, tras un mes de grandes y persistentes oscilaciones, es P=11€. Hace seis meses estas acciones cotizaron a 15€. Recientemente, el Sr. Botín se ha comprometido ante sus accionistas a premiarles en el 2008 con un dividendo de 0.65 € por acción, que al precio actual supone un 5,9% libre de impuestos, ya que los 650 euros de dividendos no exceden de los 1.500 euros, cifra que es umbral a partir del cual los dividendos tributan al 18 % en el IRPF (en el País Vasco).

En estas condiciones, yo le aconsejaría que siguiese en Bolsa, que no venda las acciones y se beneficie de la rentabilidad de los dividendos. Pero si es muy pesimista, temiendo que las acciones Santander van a caer todavía más, y tiene mucha aversión al riesgo, puede ayudarse intentando ‘cazar al oso’. Puede utilizar parte de los 650 euros de dividendos para comprar opciones de venta de 1000 acciones Santander y ejercerlas en el futuro a un precio de ejercicio PE = 11, igual que el precio actual. De este modo, si la cotización cae, por ejemplo, hasta 8 €, confirmándose así su pesimismo, usted ganaría 3000 euros por las opciones, cantidad que compensaría la pérdida de valor de sus acciones. La ganancia vía opciones estriba en que usted tiene un derecho a vender por 11 lo que vale 8.

Obviamente si su pesimismo no se confirma, y la cotización de las acciones Santander no bajan sino que se mantienen o suben, sus opciones de venta carecerán de valor. Pero en ese caso, tampoco habrá experimentado pérdidas en el valor de sus acciones.

Lo único que habrá perdido en ambos casos es lo que ha pagado por comprar las opciones de venta, parte del botín de 650 euros de dividendos. Es como si hubiese pagado un seguro contra riesgos bursátil, siendo la prima del seguro parte de los dividendos. Ir a la ‘caza del oso’ con opciones de venta es asegurar el valor de nuestras acciones.

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