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El lehendakari Ibarretxe: ¿gana siempre quien se obstina?


Suele decirse que “quien resiste, gana”, aleccionador dicho cuya paternidad se atribuye al egregio C. J. Cela, quien al parecer lo voceó como un eco autobiográfico. Dicen también (lo leí en la prensa) que en el último episodio de la serie televisiva “Los Serrano”, el personaje ‘Fiti’ soltó una frase enjundiosa, algo así como que “este mundo es de los pelmazos, pues suelen terminar siempre con la suya, llevando el agua a su molino”. Aunque la sentencia de Fiti es bastante más vulgar que la perla literaria de Cela, ambas destilan un tufillo común: el elogio de la tenacidad; en un caso, la del resistente; en el otro, la del insistente o pelma.

El rédito de la tenacidad.

J.J. Ibarretxe es un lehendakari tenaz, cualidad que él mismo no se ha recatado en atribuirse. Su tenacidad le ha hecho ganar en muchas ocasiones, casi siempre que se ha visto obligado a resistir, a defender posiciones ya logradas o profundizar en derechos adquiridos bajo pactos. Sin embargo, no le ha bastado para triunfar en otras, cuando ha tratado insistentemente de ir más allá, de conquistar nuevos derechos con sucesivas reivindicaciones. En otras palabras, le ha ido bastante bien cuando con su tesón ha explotado la virtualidad del Estatuto de Gernika, y en especial la del Concierto Económico, pero no así cuando se ha empeñado en superar el marco estatutario, como sucedió hace unos años con su fallido proyecto para dotar a Euskadi de un status político de ‘libre asociación’ con el Estado español y como ocurre ahora con su controvertida hoja de ruta para lograr que se reconozca al pueblo vasco ‘el derecho a decidir su futuro’, ruta que ya en sus inicios parece bloqueada, tras el recurso presentado por el Gobierno del Estado ante Tribunal Constitucional cuestionando la Ley de Consulta aprobada hace unos meses por el Parlamento Vasco.

El riesgo de la pelmez.

El aserto de Fiti vale para casos de poca monta, en los que el pelmazo quiere cosas que no nos cuesta demasiado conceder, sobre todo si se comparan con el alivio que sentimos al librarnos de su acoso. Sin embargo, cuando lo que pide es algo que nos compromete gravemente, solemos negarnos, y lo hacemos con tanta más energía cuanto mayor sea el descaro y la gratuidad con que nos atosiga, abocando incluso hasta las malas formas. No sé si en el caso de los planes de Ibarretxe se ha llegado a este extremo, es decir, de aporrear insistentemente la puerta de la Constitución Española con fines abusivos (según piensan algunos fervorosos constitucionalistas) y de habersele dado una y otra vez “con la puerta en las narices” (según voces nacionalistas airadas). Lo que sí percibo es que el desencuentro entre ambas partes es cada vez más chirriante. Si lo dudan, escuchen el ruido dialéctico emergente tras la reciente invitación del Gobierno Vasco a su ciudadanía para que denuncie al Estado español ante el Tribunal Europeo de Estrasburgo por violación de derechos humanos, una vez que ha dado por supuesto que la Ley de Consultas no va a prosperar en el seno del Tribunal Constitucional español.

¿Obstinación por ofuscación o por electoralismo?

Quien busca, halla” dice también el evangelista Mateo (Cap. 7, vers. 7) pero yo me temo que la insistente búsqueda de nuestro lehendakari, tal como va, abocará a una frustrante espiral de desencuentros. Y es que, en mi opinión (ojalá me equivoque), la natural y virtuosa tenacidad de Ibarretxe se está enquistando como una preocupante obstinación, sólo explicable por dos motivos o causas: electoralismo y ofuscación. No pienso todavía (como muchos) que su creciente obstinación obedece sólo, y sobre todo, a motivos electorales, pues no se explicaría que fuese compartida también por otros partidos políticos distintos al PNV (los del Gobierno tripartito y Aralar), ya que no está claro que “mantenerla y no enmendarla” sea una estrategia que les pueda favorecer a todos por igual en unas elecciones a las que concurren competitivamente, no aliados. Esta razón, y otra que explicaré al final, me llevan a inclinarme por la hipótesis de la ofuscación.

Indicios de ofuscación.

Las personas que se ofuscan suelen incurrir en contradicciones y confusiones. Percibo algo de esto en el ‘decir y hacer’ del lehendakari. Así, creo que se contradice cuando afirma que la Ley de Consulta responde al hecho de haber dado su "palabra", pues ésta la vinculó expresamente a la ausencia de violencia, circunstancia que por desgracia no se está dando; tampoco parece coherente cuando cuestiona la vigencia del Estatuto de Gernika, insinuando incluso que está muerto, pues ¿cómo puede cuestionarlo tanto y sentirse al mismo tiempo tan ‘vivo y coleando’ en su lehendakaritza, si ésta se soporta legalmente en aquél? Podríamos seguir comentando otras incoherencias, pero… baste lo dicho.

Defendió con rotundidad la "total constitucionalidad" del proyecto de Ley de Consulta, incluso tras haberse pronunciado sobre ello la propia Comisión Jurídica Asesora de Euskadi, en cuyo seno se registró una paralizante división de opiniones (del 50 %) que se resolvió por el voto de calidad de su Presidente. Posteriormente, consideró "plena y saludablemente democrático" el Acuerdo del Parlamento Vasco, a pesar de que el voto decisivo de EHAK, el del desempate, fue claramente burlesco, como se desprende de lo que manifestaron tras la votación los portavoces de este grupo parlamentario. ¿No hay cierta confusión- de ‘la parte’ con ‘el todo’ y de ‘la enfermedad’ con ‘la salud’- en estas valoraciones del lehendakari?

¿No se han ofuscado Ibarretxe y su entorno de apoyo al promover una apelación ciudadana al Tribunal Europeo de Derechos Humanos? ¿No están ‘pidiendo peras al olmo’? Me temo que sí. Me inclino por pensar que, de llevarse a cabo esta iniciativa, el recurso presentado será desestimado en el mismo umbral de esta Corte jurídica por mera cuestión de procedimiento, sin entrar siquiera a enjuiciar el quid de la verdadera cuestión.

Finalmente, incluso aunque el motivo de la obstinación del lehendakari fuese electoral, ello indicaría la existencia de una confusión, y por ende ofuscación, todavía mayor. El victimismo político ya no rinde en Euskadi tanto como antes. Aquí también se aplica lo que los economistas llaman “ley de los rendimientos decrecientes”. No creo que Ibarretxe obtenga los resultados electorales del 2001, ni tan siquiera los del 2005, si se obstina en presentar a Euskadi como una víctima “perfecta” del Estado español. La mayoría de la gente está cansada, hastiada…de este tipo de juegos. El propio lehendakari lo reconoció públicamente hace ya más de un año (la prensa se hizo eco de ello) cuando llegó a decir que “la gente está cansada de los políticos, incluso de mí”. Es ofuscarse seguir creyendo que el victimismo es baza electoral ganadora. Ir de víctima política, aquí y ahora, quizás sea, más bien, concurrir como perdedor. Leo hoy en la prensa (en El Correo) que el analista político Xabier Gurrutxaga opina más o menos lo mismo con un artículo titulado “Jugando a perder”.

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