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Debates electorales TV ( y 4): la traca final


El primer debate entre Zapatero y Rajoy me decepcionó, pero, al menos, quedaba abierta una ventana a la esperanza, una oportunidad de enmienda en el segundo. Ahora, tras la fangosa confrontación dialéctica del lunes día 3 sólo cabe decir "Consummatum est". El temor a una decepción final se ha cumplido.

En el fango, de nuevo.

Ambos reincidieron en las descalificaciones. En sus respectivos prólogos prometieron hablar del futuro, hacer propuestas constructivas, pero no pudieron superar la tentación de mirar hacia atrás y consumieron la mayor parte del tiempo hurgando en el pasado con estadísticas amañadas, por no decir torticeras, reprochándose con viveza asuntos que ya deberían estar muertos o aparcados. He aquí algunas de sus perlas oratorias:

- “Usted ha sido un aprendiz de brujo”, “No se entera de nada”, “No ha hecho nada”, “Ha mentido”, “Apoyó la guerra de Irak en la ONU”… entonó Rajoy.

- “Ha engañado a los españoles”, “Le importa un bledo la situación económica de las familias”, “Bajo mi gobierno sólo ha habido 4 víctimas del terrorismo, mientras que en la época de Aznar hubo 238”… cantó Zapatero.

Aunque Zapatero respetó menos que su rival los turnos de palabra ajenos y utilizó de forma deplorable las cuentas de víctimas del terrorismo, sin embargo, creo que, en este fangoso campo de batalla, Rajoy fue de nuevo más estridente, superándose incluso a sí mismo. Si en el primer debate, el líder de los populares cayó en el pozo de la falacia cuando acusó a Zapatero de agredir a las victimas del terrorismo, en este segundo debate se sentó en el trono del esperpento cuando acusó a Zapatero de apoyar la guerra de Irak.

Sobre el futuro, poco.

Zapatero hizo más de treinta propuestas para encarar el futuro, tanto a corto como a medio plazo. El problema es que sonaron como meras intenciones, sobre todo, las de índole económica. No se puede prometer gastos sin más, sin hablar de recursos o de costes, y menos en un debate donde ambos se acusaron reiteradamente de engañar, pues, no pocos ciudadanos, en especial los que no militan en el PSOE ni en el PP, pueden evocar el adagio “Quod gratis asseritur, gratis negatur” para concluir, análogamente, que “lo que se promete sin más, sin fundamento, sin más se cuestiona”. La entrega de un Libro Blanco fue improcedente, pues lo que no cabe exponer en un debate ha de quedar fuera de él. La falta de tiempo tampoco fue excusa. Deberían haberse ocupado exclusivamente del futuro, tras haber dedicado el primer debate al pasado.

Pero si Zapatero abordó el futuro con alfileres, Rajoy lo bordó con humo. Hizo menos propuestas (poco más de una docena), muchas de las cuales fueron vagas, y las más concretas carecieron del rigor o fundamentos que hemos reprochado a Zapatero. Pobre bagaje para un aspirante a Presidente de Gobierno. Debería haber ganado con holgura, casi por goleada, para poder desplazar a quien ahora ocupa el puesto con ventajas, pero apenas lanzó balones a puerta, la del futuro, mostrándose además desafinado y desatinado en algunas cuestiones. Desafinó cuando habló de la inmigración como un problema más que como una oportunidad de enriquecimiento social y solidario. Desatinó, como Pizarro en el debate con Solbes, cuando propuso reducir los impuestos y el gasto público en estos tiempos de dificultades macroeconómicas, confiando más en el egoismo del mercado que en la tutela del Gobierno. Ofreció muchos pactos, eso sí, pactos para casi todo, pero su voz sonó como un tañido de campana rota tras haber sido el menos pactista de todos los líderes parlamentarios en la última legislatura y haber rechazado, pocos minutos antes, un acuerdo claro y perentorio que le había propuesto Zapatero: apoyar al nuevo Gobierno, sea el que sea, en la lucha contra el terrorismo sin condición alguna.

Termino. No me gustó Zapatero, pero menos Rajoy. Tampoco me ha gustado la forma en que se han organizado estos debates TV. Es lamentable que la política haya acorralado al periodismo. Ha sido penoso ver cómo han condicionado los debates los políticos de ambos partidos y hasta qué punto han neutralizado a los periodistas, condenándoles a ser meros cronometradores, sin voz crítica, sin posibilidades de preguntar o intervenir para centrar el debate, provocar el diálogo e impedir el mutismo y el escapismo ante cuestiones espinosas.


José Marí­a
Pérez de Villarreal

Es verdad que "hay muchos caminos que llevan a Roma", pero tu verdad (y la mí­a) es que sólo uno de ellos pasa por ti (por mí­).

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